La imagen a des-tiempo : anacronismos y heterocronías para retomar la historia (Georges Didi-Huberman y Mieke Bal)

Abstract

La presente investigación se propone abordar la crisis temporal que asola nuestro presente. Una cuestión que ha de ser entendida no sólo como la incapacidad de los relatos tradicionales de dar cuenta de lo histórico, sino como un problema mucho más profundo que compromete la posibilidad misma del futuro como horizonte de cambio. Como un agotamiento que se da a nivel de los cuerpos y las subjetividades, exhaustos por los tiempos marcados por el interés del capital. Creemos necesario adentrarnos en los debates que han ocupado a pensadores de distintas disciplinas, con especial intensidad desde finales de la década de los setenta y principios de los ochenta. Indagamos en el diagnóstico de una grave situación que ha llevado a proclamar el fin de la historia, el fin de la temporalidad, y hasta el fin de lo político y el fin del futuro desde distintos ámbitos disciplinares. Pero si profundizamos aquí en esta discusión no es para sumergirnos en un pesimismo apocalíptico, sino para comprender las condiciones que pusieron en crisis todo un sistema de explicación del mundo impulsado por la modernidad, así como las oportunidades que esta ruptura nos abre. El agotamiento del paradigma del progreso se muestra también como síntoma de la artificialidad de un modelo de tiempo que habría limitado el modo de entender las relaciones históricas. Es necesario diferenciar entre un historicismo caduco, y una historicidad crítica, capaz de producir pensamiento a través de un acercamiento nuevo al presente, al pasado y al futuro. Acudiremos, en la segunda parte de esta tesis, a la propuesta revisionista de Georges Didi-Huberman y Mieke Bal. A través de la reformulación metodológica de la disciplina histórica que ambos autores llevan a cabo, nos acercamos a una forma mucho más creativa de abordar lo histórico, que parte del reconocimiento de la pluralidad de tiempos que habitan cada presente. Para estos autores, el pasado reaparece en el presente como una oportunidad de atender a los tiempos que fueron olvidados, de atender a sus advertencias, pero también de redescubrir el presente y las posibilidades contenidas en él, de producir novedad y porvenir: el “anacronismo” se convierte en la herramienta conceptual para atender a tal movilidad de los tiempo. Asimismo, tal y como lo ven nuestros autores, la experiencia ante la imagen se abre a una textura temporal compleja, muy a pesar de aquellos que condenan al presente a un vaciamiento total de la experiencia: la “heterocronía” se convierte en la herramienta conceptual para atender a tal irreductibilidad del tiempo. Pero lo que empezó como una necesidad apremiante de revisar los modelos de tiempo que operan tanto en nuestra vida cotidiana como en el ámbito discursivo, y que se rinden hoy a un acabamiento de lo posible, se convierte también en una llamada a repensar los modos en que nos relacionamos con el mundo en general. En definitiva, esta investigación ofrece las claves para comenzar a pensar no sólo una política del tiempo y una política de la historia, que necesitan ser pensados en adelante como entidades no-homogéneas. Sino también una política de la imagen y una política del sujeto, que requieren de una reformulación igualmente exhaustiva que se pregunte por sus respectivas potencialidades. Necesitamos intervenir en el corazón mismo de la dinámicas que están detrás del proyecto moderno, de esa mirada instrumental y sistematizadora que nos separa del mundo. La reformulación epistemológica que nuestros autores llevan a cabo, que pone en el centro la dimensión afectiva, se muestra, finalmente, como una vía urgente que habría de ser planteada en todos los ámbitos del saber.

This research aims to address the current temporal crisis afflicting our society. This phenomenon transcends mere inadequacies in traditional historical narratives; it strikes at the very core of our ability to conceive of a future ripe with transformative possibilities. It manifests as a profound depletion, impacting not only our physical bodies but also our subjective experiences, worn down by the relentless pressures of capital-driven temporality. It is imperative to engage with the scholarly discourse that has occupied thinkers across diverse disciplines, particularly since gaining prominence since the late 1970s and early 1980s. We delve into the diagnosis of a severe situation that has led to proclaiming the end of history, the end of temporality, and even the end of politics and the end of the future from various disciplinary perspectives. However, our objective in delving into these debates is not to succumb to fatalistic pessimism but rather to discern the underlying conditions precipitating this crisis within the explanatory framework of modernity, while simultaneously elucidating the potential opportunities that arise from this rupture. The exhaustion of the paradigm of progress also appears as a symptom of the artificiality of a model of time that would have constrained the understanding of historical relationships. It is necessary to differentiate between an outdated historicism and a critical historicity capable of generating thought through a fresh approach to the present, the past, and the future. In the second part of this thesis, we will turn to the revisionist proposal put forth by Georges Didi-Huberman and Mieke Bal. Through the methodological review of the historical discipline that both authors undertake, we approach a much more creative way of addressing history, which begins with the recognition of the plurality of times that inhabit each present. For these authors, the past reappears in the present as an opportunity to attend to times that were forgotten, to heed their warnings, but also to rediscover the present and the possibilities contained within it, to produce novelty and future: “anachronism” becomes the conceptual tool to address such temporal mobility. In addition, the experience before the image unfolds into a complex temporal texture, despite those who condemn the present to a total emptiness of experience: “heterochrony” becomes the conceptual tool to address such irreducibility of time.

However, what began as an urgent need to revisit the temporal models operative both in our everyday lives and in discursive context, now yielding to an exhaustion of possibilities, has also evolved into a call to reconsider the ways in which we engage with the world at large. In conclusion, this investigation provides the framework not only for politics of time and politics of history, which must henceforth be conceived as heterogeneous entities, but also for politics of image and politics of subject, necessitating equally thorough reformulations that inquire into their respective potentials. We need to intervene at the very core of the dynamics that underlie the modern project, of that instrumental and systematizing perspective that distances us from the world. The epistemological reformulation undertaken by our authors, which places affective dimension at the forefront, ultimately emerges as an urgent path that ought to be addressed across all realms of knowledge.