Por favor, use este identificador para citar o enlazar este ítem: http://hdl.handle.net/10201/121923

Título: La escuela inclusiva: una oportunidad para humanizarnos
Otros títulos: The inclusive school: an opportunity for humanization
Fecha de publicación: 2012
Editorial: Universidad de Zaragoza, Asociación Universitaria de Formación del Profesorado (AUFOP)
Cita bibliográfica: Revista interuniversitaria de formación del profesorado, V. 26(2), N. 74, 2012
ISSN: 0213-8646
Materias relacionadas: CDU::3 - Ciencias sociales::37 - Educación. Enseñanza. Formación. Tiempo libre
Palabras clave: Amor
Respeto
Confianza
Diálogo
Cooperación
Igualdad
Equidad
Ética
Valores
Compromiso
Responsabilidad
Convivencia
Derechos humanos
Democracia
Proyectos de investigación
Educación inclusiva
Escuela pública
Love
Respect
Trust
Dialogue
Cooperation
Equality
Equity
Ethics
Values
Commitment
Responsibilty
Coexistence
Human rights
Democracy
Research projects
Inclusive education
Public schools
Resumen: En este artículo mis reflexiones las centro en el amor y la educación como fundamentos de la escuela inclusiva. Un amor sin adjetivos, basado en el respeto al otro como legítimo otro en la convivencia. Es un modo de vida que se inicia en la confianza desde la edad más temprana. Más aun, el amor es un acto de confianza. La confianza es el fundamento de nuestra convivencia. Los seres humanos nos enfermamos en un ambiente de desconfianza, manipulación e instrumentalización de las relaciones. La ausencia de amor nos deshumaniza. Vivimos en un mundo en el que se habla mucho del amor pero lo negamos, continuamente, en nuestros comportamientos y acciones. Vivimos inmersos en la cultura patriarcal. El amor, en dicha cultura, es considerado como un bien inalcanzable o, acaso, una ilusión o una esperanza. Sin embargo, debemos recuperar la vida matrística de la infancia, viviendo en el amor, amando. Es decir, respetando a las personas como legítimas personas en su diferencia, independientemente del hándicap, del género, de la etnia, religión o procedencia, en la convivencia. Sólo en el respeto y en el reconocimiento de las personas como personas radica el sentido de lo humano. Lo que constituye al ser humano como tal es la dimensión social y no lo genético. La genética es la condición inicial, es un punto de partida, no de llegada. Somos lo que somos gracias a las oportunidades que hemos tenido y no a los genes. Ahora bien, lo más humano del ser humano es desvivirse por otro ser humano y en este desvivir surge el valor ético de la educación. Por tanto, hablar de inclusión es hablar de justicia y, parece lógico, que para construir una sociedad justa sea necesario desarrollar modelos educativos equitativos que afronten con justicia los desequilibrios existentes en la misma. Para ello es imprescindible que los responsables de las políticas educativas, el profesorado y los investigadores contraigamos el compromiso moral de orientar el conjunto de la educación hacia la equidad. El concepto de equidad añade precisión al concepto de igualdad al atender a la singularidad y a la diversidad humana en su diferencia. Nuestro compromiso ético es buscar un nuevo proyecto educativo que nos permita aprender a convivir como una oportunidad para la libertad y la equidad. Saber cuáles son las barreras que impiden el aprendizaje y la participación de algunas niñas y de algunos niños en el aula, es, precisamente, el compromiso ético del discurso de la cultura de la diversidad. Para poder construir esa escuela sin exclusiones son necesarias culturas inclusivas, políticas inclusivas y prácticas pedagógicas inclusivas. Con las prácticas pedagógicas simples no se puede lograr una escuela sin exclusiones. Se hace necesaria una pedagogía más compleja donde las personas y las culturas diferentes puedan “aprender a aprender”. Nosotros, como hemos apuntado anteriormente, lo venimos haciendo en el Proyecto Roma a través de lo que denominamos proyectos de investigación, que son un modo de aprender a aprender en cooperación.
In this article I focus my reflections on love and education as the foundations of the inclusive school, on love without adjectives, based on respecting the other as legitimate. It is a way of life that begins with trust at earliest age. Moreover, love is an act of trust. Trust is the foundation of our coexistence. Human beings sicken in an untrustworthy, manipulative atmosphere where relationships become instrumentalized. Lack of love dehumanizes us. We live in a world where we talk a lot about love; yet, we continuously deny it with our behaviours and actions. We live in a patriarchal culture in which love is considered unreachable, or sometimes, an illusion or a hope. We must regain the matristic life of our childhood, living in love, loving. This means, in our coexistence, respecting individuals as legitimate in their differences, regardless of their handicap, gender, ethnic background, religion or origin. Humanity lies in respecting and recognizing individuals as persons. What makes us human is the social and not the genetic dimension. Genetics is the initial condition; it is the starting point and not the finish line. We are what we are due to the opportunities we have had and not due to our genes. Now, the most human characteristic of the human being is to devote themselves to another human being, to care about him/ her, and here is where the ethical value of education emerges. Therefore, to talk about inclusion is to talk about justice. It then seems logical that in order to build a fair society it is necessary to develop equitable educational models that approach existing imbalances with justice. It is essential that educational policy makers, teachers and researchers acquire a moral commitment to bring education as a whole towards justice. The concept of equity adds precision to that of equality since it takes into consideration the singularity and the human diversity in its difference. Our ethical commitment is to look for a new educational project that allows us to learn to coexist as an opportunity for freedom and equity. Knowing which are the barriers that prevent some children from learning and participating in class is, precisely, the ethical commitment in diversity culture. In order to be able to build a school without exclusions we need inclusive culture, inclusive policies and inclusive pedagogical practices. We will not be able to build schools without exclusions with ordinary pedagogical practices. A more complex pedagogy is necessary, one where diverse individuals and cultures can “learn to learn”. We, as mentioned above, have been doing this within the Proyecto Roma through what we call “research projects”, which are a way of “learning to learn” by cooperating.
Autor/es principal/es: López Melero, Miguel
URI: http://hdl.handle.net/10201/121923
Tipo de documento: info:eu-repo/semantics/article
Número páginas / Extensión: 30
Derechos: info:eu-repo/semantics/openAccess
Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 Internacional
Aparece en las colecciones:2012, V. 26(2) N. 74

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