Browsing by Subject "Sphericity"
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- PublicationOpen AccessGeographica: ciencia del espacio y tradición narrativa de Homero a Cosmas Indicopleustes(Murcia: Centro de Estudios del Próximo Oriente y la Antigüedad Tardía - CEPOAT, 2010) Molina Marín, Antonio IgnacioEn las páginas de este libro se estudia la evolución del pensamiento geográfico occidental desde sus inicios (Homero) hasta las exploraciones portuguesas y españolas del XV y XVI. Nuestro estudio se centra en las obras y en las personas de los principales geógrafos que han escrito en ese espacio temporal. Pese a tratar un segmento cronológico tan amplio, que incluye a pueblos y culturas muy diversos, hay un elemento común, un leitmotiv , que es la estrecha relación entre tradición, ciencia y geografía. La tesis fundamental que defendemos a lo largo de este trabajo es que el progreso científico está íntimamente unido a las ampliaciones en el conocimiento del espacio y a las modificaciones en la cosmovisión del mundo. Los motivos son diversos: la geografía es una ciencia multidisciplinar, posiblemente la que más ramificaciones y variantes tiene, por lo que debe ser vista como un espejo idóneo para reflejar el progreso y el estancamiento científico por igual; el apego de los griegos por el empirismo, en los albores de su civilización, sumergió de lleno a los primeros geógrafos en la autopsia: el geógrafo debía ver personalmente todo cuanto decía. La necesidad de verificar empíricamente la información sobre el espacio fue un impulso para la geografía; la fuerte rivalidad existente en la sociedad griega impregnó al método científico de un intenso espíritu agonal, que invitaba a contradecir lo dicho por la tradición; la geografía es un factor importante para derribar la autoridad de la tradición al demostrar que el mundo puede ser diferente a lo dicho por la última, y dar una mayor relevancia a la experiencia tal y como ocurrió a largo de los siglos XVI y XVII. Sin embargo, un incremento en el conocimiento del espacio conocido no siempre ha supuesto una revolución para la ciencia. Dos ejemplos estudiados en el libro, las conquistas de Alejandro y la expansión del Imperio Romano demuestran que en esos períodos se dio prioridad a lo dicho por la tradición frente a lo que los propios geógrafos veían, y esto se debió a que la tradición clásica era el contexto en el que las nuevas ideas adquirían significado. Algo completamente nuevo sería rechazado al no ser veraz, por no poder asociarse con un discurso conocido. La relación entre ciencia, geografía y tradición no fue, en modo alguno, un proceso revolucionario, carente de retrocesos y estancamientos, de hecho, todo avance en el discurso científico pasa inevitablemente con el tiempo a ser asimilado a la tradición, convirtiéndose en el nuevo obstáculo sobre el que la siguiente generación debe reflexionar o del que hay que partir en su análisis. No obstante, en la antigüedad ni la tradición ni la ciencia crecieron por la acumulación del saber. Al contrario, la experimentación y la observación parecen haberse limitado a unos pocos nombres propios. Llegó un momento en el que lo importante era considerar si Homero, Platón o Aristóteles estaban equivocados. En vez de interrogar a la naturaleza, el médico o el geógrafo prefieren pensar directamente a través de los textos de los autores que los precedieron, poco importa que sea para criticarlos o para copiarlos, la investigación se reduce a sus obras. Pese a que a partir del siglo IV a.C. la esfericidad es una teoría comúnmente aceptada entre los doctos, y lo suficientemente extendida para que puedan ser expuestas públicamente esferas, nadie parece haber llegado a la sencilla conclusión que una esfera es un espacio finito, pero ilimitado, y cuya aceptación, por lo tanto, está reñida con la aceptación de los límites ( peirata ) tradicionales del mundo. Sin embargo, las viejas fronteras nunca fueron olvidadas. Esto no se debió a la incapacidad de los geógrafos griegos para comprender todas las implicaciones de la aceptación de la esfericidad terrestre, pero sí a la necesidad de mantener estructuras mentales de su tradición que eran necesarias para ellos, como su etnocentrismo. Los límites también fueron esenciales para los geógrafos romanos, deseosos de ensalzar el ecumenismo de su Imperio. Es más, la cosmovisión fue básicamente la misma desde fines del siglo IV a.C., y teniendo en cuenta la profunda relación entre la geografía y las diferentes ramas del saber, sería lógico suponer que los cambios en las últimas quedasen reflejados en la primera. Hay varias circunstancias que explican por qué después del siglo III a.C. no hay avances significativos en ninguna de las ramas de la ciencia: la aparición del mundo helenístico, tras las campañas de Alejandro Magno, supuso el nacimiento de una sociedad en la que la cultura griega se convirtió en el elemento de legitimación entre quienes vivían fuera de la órbita tradicional del mundo griego. Esto provocó que la cultura griega no pudiese ser ni revisada ni puesta en duda por quienes querían ser reconocidos como individuos de pleno iure de la misma. Roma experimentó una problemática similar al tener que recurrir a la paideia griega, en un primer momento, para conquistar el Mediterráneo Oriental y, posteriormente, al convertirla en el núcleo que homogeneizaba la diversidad que poblaba su vasto imperio. No obstante, hay un hecho que ayudó más que ningún otro a frenar el dinamismo que la civilización griega había tenido en sus orígenes, la imposición de la escritura frente a la oralidad. La escritura nace como un instrumento para preservar el legado del pasado y su prestigio y popularidad llegaron a convertirse con el tiempo en un sustituto válido del conocimiento empírico. En nuestra opinión la razón principal de la decadencia de la ciencia antigua habría residido en la progresiva sustitución de la autopsia por el saber escrito. Cuando la cultura escrita se impuso frente a la oral el espíritu agonal desapareció lentamente, sobreviviendo únicamente como un tópos literario en la tardoantigüedad. El indicio que revela esta decadencia reside en la progresiva pérdida de vigor de la autopsia entre los geógrafos griegos y en el fortalecimiento de la autoridad que emana de los libros. El egotismo estará presente, pero no será más que un triste recuerdo de la tradición agonal griega. Los autores siguen disintiendo entre sí, pero en la mayoría de los casos sólo encontramos variaciones sobre temas ya fijados. No se abren nuevas líneas de investigación, se reflexiona continuamente sobre el pasado. Una cultura donde el paradigma cultural ha sido fijado y definido por escrito por las autoridades estatales es más inmovilista, pero también es más universal, al quedar establecido, y es más fácil que pueda expandirse más allá de los marcos espaciales a los que se circunscribe esa cultura. Esto es lo que defendemos que ocurrió en el período helenístico y en el Alto Imperio Romano. La tradición griega fue fijada y posteriormente asumida por las élites romanas. Si la cultura no evoluciona al mismo ritmo que la sociedad puede producirse una verdadera “ruptura” entre las necesidades de los hombres que componen esa sociedad y los patrones culturales que disponen para satisfacer a las mismas. La evidencia que muestra la aparición de la ruptura es la eclosión de una cultura popular, es decir un paradigma alternativo al que defienden las élites. En esa coyuntura debe estudiarse la eclosión y el triunfo del cristianismo. La Paz de la Iglesia (313 d.C.) supone un cambio frente a la involución científica y social de la sociedad tardoantigua. El cambio se manifiesta en el hecho de poder poner en duda uno de los paradigmas más firmemente asentados en la antigüedad, la esfericidad. Sin embargo, sus limitaciones para poder desvincularse de la cosmovisión grecorromana reflejan sus lazos con la tradición clásica. El triunfo del cristianismo supone, por tanto, un cambio, pero no una revolución, pues los antecedentes de “la ruptura” eran más lejanos y el cambio que los cristianos traían consigo se produjo al son de una música que venía sonando desde hacía mucho tiempo. Se limitaron a ponerle la letra. La geografía medieval no puede ser vista como un mero período temporal que va de Ptolomeo a Ptolomeo, no carece de aportaciones propias al campo, pero, aún así, no consigue mutar la tradición. No se produce este acontecimiento hasta el período de los grandes descubrimientos. No fue un acontecimiento diferente a los anteriores, fue una ampliación del espacio, pero esta vez supuso una revisión de la tradición. A diferencia de en anteriores casos el paradigma que se revisa no es el hegemónico (cristiano), sino la cultura grecorromana, que seguía siendo la principal fuente de todo conocimiento geográfico en la Europa del XVI. La tradición clásica puede ponerse en duda porque existía otro paradigma que puede llenar el vacío que deja la revisión del anterior. Sin embargo, al exaltar el conocimiento que emanaba de la experiencia frente al de la tradición se inició un proceso que terminaría por revisar todas las bases culturales de la civilización europea. Luego debe concluirse que la ampliación del espacio conocido es un elemento importante para renovar la ciencia, pero que este hecho no se producirá si la sociedad que experimenta ese acontecimiento no tiene la fortaleza para presentar una alternativa que sustituya el modelo vigente.