La apreciación estética de los entornos naturales y los entornos mixtos

Abstract

La estética del entorno constituye un campo de estudio reciente dentro de la estética. La estética del entorno surge de la rehabilitación de la estética de la naturaleza que tuvo lugar en la década de los 60 del pasado siglo. A su vez, esta se produjo acompañada de la influencia latente que el gusto por la naturaleza cultivado en Norteamérica durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX tuvo en la sensibilidad estética. Ambos aspectos alimentan de distinta manera la idea de entorno sobre la que gira el área. Por un lado, Ronald Hepburn redefine los rasgos que la naturaleza posee como objeto de apreciación estética, caracterizándola como entorno, aun sin hacer referencia explícita al término. La naturaleza nos rodea, nos incluye, no exhibe marcos estéticos, nos interpela. Por otro lado, de la mano de Humboldt, la naturaleza ha sido entendida ya como entorno en territorio americano. Trascendentalistas, preservacionistas, naturalistas, científicos y artistas asientas por distintas vías la noción de entorno como idea de referencia a través de la cual tenemos experiencia de la naturaleza. Esta forma de pensar y experimentar la naturaleza como entorno da lugar a una incipiente estética de los entornos naturales, en la que el entorno natural se corresponde con la idea de naturaleza prístina o no alterada por el ser humano. Más adelante surge la estética de los entornos humanos o mixtos. Entornos mixtos son aquellos en los que la naturaleza ha sido afectada o modificada por el ser humano. Estos entornos se corresponden, de otro modo, con lo que habitualmente denominamos paisajes. El objetivo general de este trabajo es caracterizar cómo apreciamos estéticamente la naturaleza como naturaleza y la naturaleza modificada por el ser humano, ambas consideradas como entornos.

La apreciación estética de los entornos naturales dialoga con la estética de la naturaleza a través de la idea de entorno. Una de las concepciones más influyentes surgida del encuentro de las tradiciones europea y americana es la llamada estética positiva. Según esta tesis, cuando la naturaleza no ha sido tocada por el ser humano es siempre bella o, cuando menos, posee o exhibe belleza positiva. La estética positiva ha sido desafiada según argumentos estéticos y según sea la idea de naturaleza con la que se comprometen sus defensores. Siguiendo a Malcolm Budd, me sumo a las voces críticas que cuestionan su validez. Mi análisis sobre cómo apreciamos estéticamente los entornos naturales parte de esta crítica. A partir de ella presento un conjunto de concepciones de la apreciación estética de los entornos naturales, que reúno bajo el rótulo de estética crítica, y que, propongo, describen aspectos que de suyo forman parte de la apreciación y que quedan desatendidos o cuya importancia es minusvalorada por la estética positiva. De la contraposición de ambas formas de entender la apreciación extraigo mis conclusiones sobre en qué consiste y cómo apreciamos estéticamente los entornos naturales.

La apreciación estética de los entornos mixtos es, de otro modo, el estudio de los paisajes humanos abordados desde el punto de vista de la teoría estética. La apreciación estética de los entornos mixtos está vinculada en su origen con la apreciación estética de los entornos habitados hoy en día llamados entornos cotidianos. Por ello, divido mi aproximación a estos entornos entre entornos mixtos, en general, y entornos cotidianos -tomados como entornos mixtos- en particular. En ellos conviven naturaleza, artefactos, acciones del ser humano y sus efectos. Por ello, constituyen casos de apreciación estética compleja. Típicamente, nos enfrentan a la pregunta inicial de si alguno de ellos (el arte o la naturaleza) posee prioridad para dirigir u orientar su apreciación. Defiendo que, si bien, de suyo, ninguno ostenta tal prioridad, en general, la apreciación está caracterizada por un modelo de apreciación estética que derivamos de la naturaleza. Se trata, por tanto, de un modelo de apreciación estética mixto, integrado por unos rasgos generales, que le presta la naturaleza apreciada como entorno, y unos rasgos particulares, determinados y configurados, en cada caso, por la combinación de elementos que formen parte del entorno mixto que apreciamos.

The aesthetics of the environment constitutes a recent field of study within aesthetics. The aesthetics of the environment arises from the rehabilitation of the aesthetics of nature that took place in the 60s of the last century. In turn, this occurred accompanied by the latent influence that the taste for nature cultivated in North America during the 19th century and the first half of the 20th century had on aesthetic sensitivity. Both aspects feed in different ways the idea of environment on which the area revolves. On the one hand, Ronald Hepburn redefines the features that nature has as an object of aesthetic appreciation, characterizing it as an environment, even without making explicit reference to the term. Nature surrounds us, includes us, does not exhibit aesthetic frameworks, challenges us. On the other hand, by the hand of Humboldt, nature has already been understood as an environment in American territory. Transcendentalists, preservationists, naturalists, scientists and artists establish in different ways the notion of environment as a reference idea through which we have experience of nature. This way of thinking and experiencing nature as an environment gives rise to an incipient aesthetic of natural environments, in which the natural environment corresponds to the idea of pristine nature or not altered by the human being. Later, the aesthetics of human or mixed environments arises. Mixed environments are those in which nature has been affected or modified by the human being. These environments correspond, in another way, to what we usually call landscapes. The general objective of this work is to characterize how we aesthetically appreciate nature as nature and nature modified by the human being, both considered as environments.

The aesthetic appreciation of natural environments dialogues with the aesthetics of nature through the idea of environment. One of the most influential conceptions to emerge from the meeting of European and American traditions is the so-called positive aesthetics. According to this thesis, when nature has not been touched by human beings it is always beautiful or, at least, it possesses or exhibits positive beauty. Positive aesthetics has been challenged on aesthetic grounds and according to the idea of nature with which its proponents engage. Following Malcolm Budd, I join the critical voices that question its validity. My analysis of how we aesthetically appreciate natural environments starts from this critique. From it I present a set of conceptions of the aesthetic appreciation of natural environments, which I gather under the label of critical aesthetics, and which, I propose, describe aspects that are inherently part of the appreciation and which are neglected or whose importance is undervalued by positive aesthetics. From the contraposition of both ways of understanding appreciation I draw my conclusions about what it consists of and how we aesthetically appreciate natural environments.

The aesthetic appreciation of mixed environments is, in other words, the study of human landscapes approached from the point of view of aesthetic theory. The aesthetic appreciation of mixed environments is linked in its origin to the aesthetic appreciation of inhabited environments today called everyday environments. Therefore, I divide my approach to these environments between mixed environments, in general, and everyday environments - taken as mixed environments - in particular. In them, nature, artifacts, human actions and their effects coexist. Therefore, they constitute cases of complex aesthetic appreciation. Typically, they confront us with the initial question of whether one of them (art or nature) has priority to direct or orient their appreciation. I argue that, while neither has such priority, in general, appreciation is characterized by a model of aesthetic appreciation that we derive from nature. It is, therefore, a mixed model of aesthetic appreciation, integrated by some general features, provided by nature appreciated as an environment, and some particular features, determined and configured, in each case, by the combination of elements that are part of the mixed environment we appreciate.