Pronunciar una laudatio tiene tanto de honor como de osadía. Honor por poder elevar la voz elogiando y evocando la fi gura de alguien a quien todos debemos algo, osadía por creer que se puede hacer bien y con justicia. Quien conozca al profesor Antonino González Blanco sabrá que ha sido y es un hombre dedicado plenamente a su familia y a su trabajo con toda la energía de la que es capaz; y quien le conoce sabe que esa energía es mucha. Su aportación a la ciencia ha sido extraordinariamente fecunda, despertando el asombro de cualquiera ante una actividad en la que cabrían muchas vidas, pues como todos sabemos, la historia de la Antigüedad no ha sido el único campo en que se ha movido don Antonino, quien ha cultivado también la antropología, la arqueología, la toponimia y heráldica, entre otras ciencias.
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