El día 2 de julio de 1988 nuestro compañero y, sobre todo, amigo Rafael Méndez Ortiz fallecía tras un trágico accidente de tráfico. Se truncaba una esperanzadora carrera, apenas iniciada, cuyos primeros éxitos habían convertido la expectativa en una realidad. Abocado en la defensa de la arqueología cartagenera, sus últimos días estuvieron marcados por una lucha incesante y sin descanso por la salvaguarda de uno de los monumentos más significativos de la historia romana de su ciudad, la Torre Ciega.
Rafa, como todos sus amigos le llamábamos, cautivaba inmediatamente a sus interlocutores y nuevos compañeros por su franqueza y gran categoría humana; con su alegría, que muy bien sabía contagiar a los demás, pronto se convertía en elemento indispensable en las excavaciones al que todos recurrían y con el que todos comentaban no sólo cuestiones técnicas, sino incluso humanas. Fue confidente para muchos, que en las cortas noches de verano le hacían partícipe de sus secretos más profundos a la búsqueda de su valioso consejo.
Servicial y afable era el amigo al que siempre se podía recurrir con la certeza de que nunca nos decepcionaba.
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